lunes, 9 de enero de 2012

¿Por qué nos hacemos médicos? ¿Para qué?

Entre las expectativas y la realidad hay un abismo. Quienes han elegido dedicarse a la medicina muchas veces se encuentran en una encrucijada. ¿Qué vemos cuando tenemos frente a nosotros a nuestro paciente?


La medicina es como una arena donde se manifiesta el ser humano, con todas sus capacidades, sus virtudes, sus vicios, sus temores. Y no siempre aflora el mejor lado humano.

Hay estudiantes que se sienten frustrados con lo que viven durante la carrera, el internado de pregrado, el servicio social o la residencia; imaginaban una cosa y se encuentran con que la realidad es otra. Es necesario advertirles que en la educación médica no encontrarán otra cosa que eso mismo: educación médica, y de ningún otro tipo. No hay más satisfacciones al terminar un semestre de medicina que al terminar un año de internado o al terminar medicina que al terminar una residencia médica de especialización.

Estudiantes, profesionistas e incluso los pacientes han visto médicos fallidos, simulacros, médicos marchitos, con sueños desviados, equivocados, que terminan mal su carrera o simplemente abandonan el ejercicio. ¿Por qué? La experiencia me dice que algo estuvo mal en el planteamiento de sus metas y en las razones de sus elecciones de vida.

Al iniciar la carrera, hay muchos motivos que llevan a hombres y mujeres al salón de clases; a veces se trata de presiones familiares o de parte la gente que está en su círculo más cercano. Pero también están en clase los que saben que su vocación es esa y no otra, que es la meta personal que tienen en la vida. Pero las inclinaciones o tendencias naturales de todo hombre, pronto se ven reguladas (¿o coartadas?) por las costumbres, leyes u opiniones. Y hay quienes tuercen la ruta; estar en el camino equivocado es como purgar una condena, es caminar sin destino es crecer sin dar frutos.

Este camino es una continua manifestación de nuestra naturaleza humana. Somos un poco inconformes siempre, soñadores, añorando lo que no se tiene, despreciando lo que se tiene, preocupándonos por el futuro y extrañando el pasado sin percatarnos del presente.

El médico es un ser humano con virtudes distintivas. No son sus actos los que lo definen sino las intenciones subyacentes. Hay muchos con bata blanca que parecen médicos, que simulan ser médicos, que quisieran ser médicos. En cambio, hay otros que aun sin título ya son médicos, porque siempre han ayudado, siempre han aliviado, han consolado. Siempre fueron médicos.

Cualquiera puede estudiar medicina, creo que muchos de los que estamos en el ejercicio profesional reconocemos calladamente que no es tan difícil, pero, ¿cuántos de estos tienen la disposición anímica, el temple para ser médicos? Tener un plan de estudios en lugar de un plan de vida es triste, es traicionar la libertad de ser de cada uno de ustedes.

Ser buen médico es una gran hazaña, pero ser buen humano es una empresa mucho mayor,  más ambiciosa, más digna de nosotros.

Cuando un profesional del área cree que solo es uno más que se inserta en las instituciones ya hechas, los edificios ya construidos y los protocolos diseñados, se conforman con su papel, un rol, un programa. Y no se trata de eso.

Cada ser humano tiene la posibilidad de tener una mirada creativa, creadora, poética; de hacer de sus acciones una actividad humana, hacerse a sí mismo. Creo que lo importante del ser humano es lo que puede llegar a SER.

Martin Heiddeger, cuando después de observar el cuadro de Van Gogh que representa un par de botas de campesino descubrió esto:

“Un par de botas de campesino, nada mas,  y sin embargo…

“En la oscura bota del gastado interior del zapato bosteza la fatiga de los pasos laboriosos. En la ruda pesantez del zapato está representada la tenacidad de la lenta  marcha a través de los largos y monótonos surcos de la tierra labrada, sobre la que sopla un ronco viento. En el cuero está todo lo que tiene de húmedo y graso el suelo. Bajo las suelas se desliza la soledad del camino que va a través de la tarde que cae. En el zapato vibra la tácita llamada de la tierra, su reposado ofrendar el trigo que madura y su enigmático rehusarse en el yermo campo en baldío de invierno. Por este útil cruza el mudo temer por la seguridad del pan, la callada alegría de volver a salir de la miseria, el palpitar ante la llegada del hijo, y el temblar ante la inminencia de la muerte en torno. Propiedad de la tierra es este útil y lo resguarda el mundo de la labriega...”

¡Y eso que era sólo un cuadro! Los médicos, ¿qué ven cuando están frente a su paciente? ¿En qué reflexionan? ¿Qué construyen? Tenemos todo para crear, todo para interpretar, todo para vivir. No es una cuestión de cómo ser buen médico, sino de cómo ser humano, cómo llegar a ser lo que se pretende genuinamente.

A quienes están por terminar su carrera les aconsejo que reflexionen. Si esto no ha resultado ser exactamente lo que soñaron, no se preocupen, no tenían ninguna responsabilidad, nunca habían sido médicos, sólo tenían sueños, ilusiones, pero ahora tienen experiencias, realidades y pueden hacer con ello la vida que ustedes deseen.

Es el momento oportuno para elegir, para tomar decisiones propias, para trazar el camino. Para SER y vivir.

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